Los 4 elementos de la música
 
        Cada un@ de nosotr@s percibe la música de forma desigual, y sin embargo tod@s podemos distinguir claramente lo que es música de lo que es una mera sucesión de sonidos. Las pautas conscientes o inconscientes en las que nos basamos para ello son los denominados cuatro elementos de la música: el ritmo, la melodía, el timbre y la armonía.

        Toda música tiene un ritmo, aunque en realidad deberíamos decir un conjunto de ritmos. Unos más sencillos de captar y seguir y otros más complicados. Pero el hecho en sí es que es una de las primeras características en las que se fijó la humanidad, o lo que es lo mismo, la primera música que existió sólo fue ritmo.
       Desde las señales acústicas primitivas -por antiguas que no por sencillas- hasta las amalgamas rítmicas de Stravinsky por ejemplo, existe todo un universo pulsátil que han investigado y aprovechado l@s compositor@s de todos los tiempos. 

       No obstante, no ha sido fácil adaptar un ritmo específico a la notación musical. De hecho, ésta ha ido cambiando para circunscribirse de forma más perfecta a la idea compositiva, y la dificultad no ya radica en la manera de marcar la duración del sonido, sino sobre todo en la captación de los acentos que debe recaer en algunos sonidos. 

      Así, se ha ido estructurando una pieza en compases. Estos pueden ser binarios (dos partes por pulso) o ternarios (3 partes) -y a partir de ahí se juega con las posibles combinaciones- anotándose en la partichela mediante fracciones. 

      Con todo, el ritmo se manifiesta en la escritura musical de tres formas distintas. La primera por las figuras empleadas en la pieza. Según sea esta (redonda, blanca, negra, corchea...) sabremos cuánto tiempo hemos de mantener cada sonido. La segunda el compás elegido, que nos va indicando donde hay que poner los acentos -además de los 

Curiosidades

* En la EM se preferían los compases ternarios a los binarios por su relación intrínseca con la trinidad. 

* La Orquesta de Manheim (1739 aprox.) dirigida por Stamitz fue una de las primeras en hacer perfecto uso de los crescendo y diminuendo en sus interpretaciones. Su pianísimos eran tan suaves y sus forte tan robustos que causaban verdadera admiración. 

* La combinación rítmica utilizada por Stravinsky en La consagración de la primavera fue tan novedosa que Diaghilev, director del ballet ruso que la estrenó, debía contar continuamente para que los bailarines siguieran el ritmo al no saber combinarlo con la música que oían al bailar.

que haya escritos ex-profeso-. Y la tercera el tempo de ejecución, que nos dirá si la interpretación debe ser rápida, lenta, muy lenta, etc. Aquí nos sonaran sobre todo los términos italianos universalmente utilizados como Allegro (alegre), Adagio (lento), Molto vivace (muy vivo)...

        Sumando todo ello aún no tenemos música. De momento sonaría un ritmo determinado en un tam-tam por ejemplo, pero aunque la duración fuera diferente, la altura de los sonidos sería siempre la misma. Es precisamente aquí donde entra en juego la melodía.

        Utilizando los distintos sonidos del sistema occidental se han compuesto bellísimas melodías a lo largo de la historia de la música. La combinación de un ritmo con la desigual altura de sonidos forma la melodía/s de una pieza.

        Como dice Aaron Copland, la idea del ritmo va unida imaginativamente al cuerpo físico, al movimiento, la melodía en cambio, se une al intelecto emocionándonos. Pero [...] hasta ahora no se ha podido analizar por qué una buena melodía tiene el poder de conmovernos. Ni siquiera podemos decir con alguna certeza qué es lo que constituye una buena melodía.

        Nos quedamos pues con la unión de ritmo y altura de sonidos (melodía). Ya comenzamos a tener música, mas no del todo. Estamos acostumbrad@s ya a oír música polifónica -varios sonidos al mismo tiempo- música con más de una línea auditiva. Nos adentramos en este punto en el concepto de armonía.

        Una vez que elegimos una melodía y un ritmo, los adornamos musicalmente con la armonía, es decir, formamos acordes (dos o más sonidos que suenan a la vez) que combinen con rítmica y melódicamente con la idea principal.

        La manera de armonizar -poner armonía- una melodía-rítmica ha ido cambiando a lo largo de los siglos. De la armonía medieval se llegó a la armonía clásica pasando por la barroca, de la clásica a la moderna y romántica... es decir, en cada época han existido unos modismos típicos de la armonía basándose en conceptos subjetivos dependientes de la cultura del momento. Así, utilizar intervalos de cuarta aumentada (do -fa#) por ejemplo era un dislate; no llevar la sensible (séptimo grado de una escala -en do mayor la sensible sería si) a la tónica (primer grado de la escala -en do mayor = do) una temeridad; utilizar determinados acordes sin preparación... una locura, etc,etc.

        Monteverdi -con sus famosos acordes de séptima (do-mi-sol-si)-; Wagner -con sus modulaciones-; Debussy recogiendo acordalmente impresiones; Beethoven con sus armonías bárbaras como decía alguien;... han contribuido de forma decisiva a la evolución armónica.

        Tenemos pues ya un conjunto formado por ritmo, melodía y armonía. Mas podemos añadir el timbre.

        El timbre es el color del sonido. Se juega aquí con las texturas, las densidades y las masa sonoras. Así como cada un@ de nosotr@s tiene un timbre de voz característico y propio, cada instrumento -incluyendo la voz de l@s cantantes entre ellos- también lo tiene. La elección de los medios con los que se va a hacer la audición de ese ritmo-melodía-armonía y su combinación sonora son en sí mismo todo un arte.

        Orquestar, instrumentar, son términos más o menos familiares. En definitiva se trata de seleccionar que voces y el número de ellas -según sea la armonía- van a cantar.
 

 
La elección de los instrumentos es muy importante a la hora de dar color a una pieza musical

        Incluimos aquí también la intensidad de la sonoridad. Los matices forte (f), piano (p), fortísimo (ff),soto voce (voz baja)... también forman parte del timbre y coadyuvan a la formación sonora final.

        Fijémosnos en una música que nos guste, busquemos el ritmo (1,2,3;1,2,3;...) la melodía (do-mi-sol; do-mi-sol), oigamos su armonía (acompañamiento a la melodía por encima o por debajo) y atendamos a qué instrumentos cantan en cada momento (cello-piano) y a su intensidad (forte, mezzo forte, forte, piano). Estos son los cuatro elementos de la música.